La influencia de la cultura en la expresión emocional

Influencia de la cultura en la expresión emocional

Parte de la Inteligencia Emocional tiene que ver con cómo nos adaptamos, consciente o inconscientemente a nuestro entorno. Entonces, nos preguntamos si la cultura incide en la manifestación de las emociones. Para satisfacer nuestra curiosidad, revisamos material bibliográfico y científico con el fin de conocer qué estudios actuales en psicología cognitiva se están realizando al respecto, cuáles son las posturas académicas y los resultados obtenidos. Encontramos distintas posturas, sustentadas en estudios científicos, y te las contamos aquí.

Al nacer la psicología cognitiva y desplegarse gracias a la metáfora del ordenador, se dejó de lado -al menos por un tiempo- la importancia de las emociones en los procesos cognitivos así como también se cometió el reduccionismo de aislar al individuo de su contexto social y cultural.

Tal como dice Danzinger, uno de los abusos que se comenten al realizar un estudio crítico de la historia de la psicología es la insensibilidad al contexto social. Para realizar una historia crítica, los aspectos individuales y sociales deben ir de la mano, y estos últimos están determinados por la cultura (Manoiloff, Ferrero, & Ramirez, 2016). Por otro lado Bruner, principal promotor de la Teoría del “New Look”, al exponer los desarrollos de la Gestalt, refuta la idea de que la percepción es un proceso pasivo, proponiendo que la actividad perceptiva requiere un papel activo por parte del perceptor y tanto la personalidad como los aspectos sociales influyen sobre lo que se interpreta.

Este autor se expide contra la postura que la psicología científica positivista tiene contra la psicología popular, descalificándola. Reconoce el valor que tiene para explicar cómo la cultura influye en la construcción de creencias que explican cómo la gente vive, se mueve, siente, comparte y decide (Bruner, 1990). Manifiesta la necesidad de construir una ciencia de lo mental, considerando los procesos por los cuales se crean y comparten los significados en una comunidad, y este es el papel de la cultura.

Desde que la cultura apareció, no sólo tuvo una gran importancia en los procesos adaptativos del ser humano y en su evolución como comunidad, sino que también surgieron los sistemas simbólicos compartidos. Por esto es que es imposible estudiar la psicología humana desde la individualidad de los sujetos o desde un reduccionismo meramente biológico.

Además, nos experimentamos a nosotros mismos y a los demás mediante explicaciones que da la psicología popular, y estas explicaciones van cambiando a medida que cambia la cultura, dado que esta no es inmutable. Una de las tesis de Bruner es que “las verdaderas causas de la acción humana son la cultura y la búsqueda de significado dentro de la cultura” (p.35).

En esta investigación se buscó responder a las siguientes preguntas: ¿Cómo la cultura afecta la expresión o la vivencia emocional? ¿Qué factores inciden en que un grupo de personas muestre más sus emociones y otro grupo menos? ¿Cómo se siente (o qué percepción tiene) una persona de una cultura más afectuosa cuando se encuentra con otra de una cultura menos afectuosa? ¿Qué líneas de investigación han planteado estos temas?

Se buscó material en el buscador académico de google, usando las palabras claves: psicología cognitiva + emociones + cultura. Luego se amplió la búsqueda sólo con las palabras claves emociones + cultura. Se seleccionaron materiales relevantes, tanto internacionales como locales que expongan estudios realizados en este campo así como revisiones bibliográficas de otros autores.

Definiciones

Para comenzar este ensayo, se definirán, desde la perspectiva de varios autores, dos conceptos claves: emoción y cultura.

Cultura

Según Rodríguez Salazar (2008) puede definirse a la cultura como “creencias y prácticas concretas que se asumen con distintos grados de consenso, aceptación, reconocimiento y compromiso”. En este sentido, es posible hablar de una programación cultural de la mente que diferencia a un grupo de otro (Zubieta, Fernández, Vergara, Dolores, & Candia, 1995). La cultura involucra un lenguaje, procesos de socialización, aprendizaje social, relaciones sociales, normas y valores sociales (Guedes Gondim & Estramiana, 2010).

Emociones

Según Lazarus, ”las emociones son reacciones psicofisiológicas organizadas que se producen en el sujeto a informaciones del ambiente que son relevantes para él”; citado en Zubieta et al. (1995). Las emociones nos permiten entender nuestras motivaciones, aquello que consideramos importante, los valores y creencias. “Son el reflejo de estados afectivos personales y colectivos, influyen en las relaciones interpersonales y grupales y expresan nuestras reacciones ante los valores, costumbres y normas sociales que dan cuenta de las diferencias culturales” (Guedes Gondim & Estramiana, 2010).

En cuanto a la clasificación de las emociones, hay numerosas maneras de realizarla. Un trabajo realizado por Rodríguez Salazar (2008), se centra en dos tipos de emociones, especialmente influidas por la cultura: las emociones de bienestar (alegría o tristeza) y las emociones morales (culpa o vergüenza). En las primeras, la cultura interviene determinando qué es deseable o no de lograr. Por esto nos permiten conocer cuáles son los recursos culturales que tienen mayor aceptación por parte de los individuos que integran esa sociedad. En las segundas, la cultura define qué comportamientos son buenos o malos, correctos o incorrectos. Estas emociones morales tienen la función de promover conductas prosociales, manteniendo el orden social y la prevalencia del colectivismo. Están relacionadas con la autoimagen, la autoestima, las cuales son construidas en relación a otros.

Las emociones tienen distintas funciones: por un lado, tienen una función adaptativa para la especie (biológica); por el otro lado, tienen funciones psicosociales: juegan un rol fundamental en la construcción, mantenimiento y transformación del orden social. Cada cultura tiene normas y reglas sobre cómo expresar qué emociones de qué manera en qué contexto. Somos seres sociales, por ende, las emociones facilitan la adaptación externa al medio cultural y contribuyen en la construcción de la identidad en el ámbito social en que las personas se encuentran insertas.

“Los vínculos sociales armoniosos dan lugar a sentimientos de orgullo al sentir que estamos siendo positivamente evaluados por otros. Mientras que los vínculos en los que se manifiestan relaciones inseguras dan lugar a sentimientos de vergüenza, al sentir que estamos siendo evaluados de forma negativa”. (Guedes Gondim & Estramiana, 2010, p.38)

Estudios transculturales sobre las emociones

Perspectivas innatistas

Dada la popularidad que tiene el comportamiento no verbal, las recetas y las enciclopedias de significados deseadas popularmente con el fin de observar a alguien y ya poder conocer su pensamiento, para los innatistas hay un gran atractivo por demostrar con certeza la existencia de universales en la expresión facial. Según Ekman & Oster (1981). Los estudios transculturales determinaron que, ante la presentación de una serie de fotografías de rostros que expresaban diferentes emociones, observadores de diferentes culturas denominaban de la misma manera a determinadas expresiones faciales. Estos observadores pertenecían a diferentes culturas, incluso algunos grupos de observadores eran miembros de tribus no letradas, los cuales crecieron aislados de los medios de comunicación de comunidades letradas.

Además, en dichos estudios se observó que miembros de diferentes culturas (letradas y no letradas), mostraron las mismas expresiones faciales al experimentar la misma emoción. Una excepción a esto es en aquellas culturas con amplio control social. Los individuos pertenecientes a estos grupos, por ejemplo Japón, expresaban abiertamente la emoción cuando se encontraban solos, pero mostraban mayor control cuando había otras personas. Con lo cual, se concluye que las microexpresiones faciales son innatas, programadas biológicamente, y la cultura influye con normas acerca del grado en que se deben expresar las emociones.

Perspectivas psicosociales

En contraposición a posiciones innatistas, los construccionistas sociales exponen que las emociones son construidas socialmente, basados en el componente perceptivo de la emoción. Éstas se experimentan una vez interpretada una situación según los patrones morales, sociales y culturales; por lo tanto, al analizar una emoción, es importante tener en cuenta el contexto social y cultural en el que el sujeto se encuentra inserto (Guedes Gondim & Estramiana, 2010).

En un trabajo de Zubieta et al. (1995) se manifiesta interés por aquellas semejanzas o diferencias entre grupos y culturas respecto a distintas dimensiones de la experiencia emocional, especialmente en aquellas normas del inconsciente colectivo sobre cuán deseable es expresar determinadas emociones. La evidencia muestra que las microexpresiones faciales, los cambios fisiológicos y las tendencias a la acción, son relativamente similares en todas las culturas, tal como lo muestran las posturas innatistas, pero las reacciones verbales y los procesos de regulación emocional, dependen de cuánto se alienta o desalienta a manifestar una emoción en cada colectivo social y las normas culturales.

En este sentido, tomando en cuenta la íntima relación entre emociones y cultura, Rodríguez Salazar (2008), habla de la utilidad de las emociones para realizar un análisis cultural. Esta autora sostiene que las emociones revelan los significados culturales. La pregunta que se hace es: ¿cómo identificar que una proposición cultural es relevante para la vida práctica? La respuesta está en las emociones, dado que estas traen un mensaje acerca de qué es importante y qué no; y la consideración de importancia sobre algo está definida por la cultura. Así es que el análisis cultural se interesa por el análisis de los significados para comprender procesos e instituciones sociales. Cada cultura marca normas acerca de qué emoción es deseable manifestar, con qué intensidad y de qué manera.

Psicología y cultura

Evidencia de la influencia de las dimensiones culturales en la expresión de las emociones

Hofstede (citado en Zubieta et al., 1995) describe cuatro dimensiones culturales: la relación con la autoridad o distancia jerárquica, la manera de enfrentar el conflicto, la masculinidad/femineidad cultural y el individualismo/colectivismo. Los trabajos realizados teniendo en cuenta el impacto de estas cuatro dimensiones culturales en relación a la expresión de las emociones, muestran que en los países más individualistas, como Estados Unidos, los sujetos están más motivados a la expresión de emociones de atributos internos; además, los sujetos estarán más predispuestos a afrontar situaciones de conflicto, modificando el ambiente con el fin de preservar sus objetivos individuales. En cambio en los países más colectivistas, como Colombia o Perú, son más sensibles al aspecto externo; esto es porque valoran el cuidado por el mantenimiento de buenas relaciones.

Otros resultados del mismo trabajo, exponen que en America Latina se percibe a las culturas más cálidas (como Centroamérica o el Caribe) como más optimistas y más expresivas de emociones positivas, así como las culturas más frías, como aquellas ubicadas en el Cono Sur, se las percibe como más negativas, frías y serias. Aquellas zonas en que hay mayor presencia de población indígena, están asociadas con una menor vivencia corporal y expresión de las emociones. Además, correlacionados con el individualismo, aquellos países con mayor desarrollo económico están asociados a una mayor expresión de emociones de enojo, lo cual se relaciona con una valoración por la privacidad y con expectativas insatisfechas.

Cultura y cognición

Elster identificó algunos atributos cognitivos de las emociones, entre los cuales se encuentran que las emociones se desencadenan por procesos cognitivos, es decir que antes de que se produzca la emoción, hay una interpretación por parte del sujeto en relación a un acontecimiento; y que están dirigidas a un objeto intencional, siempre están dirigidas a algo. Además, las emociones expresan creencias y juicios de valor, estos muchas veces inconscientes (Rodríguez Salazar, 2008). Estas creencias y juicios de valor, invariablemente están determinadas por la cultura. Es importante destacar que a los a los individuos no se los trata como sujetos pasivos de programación cultural, sino como agentes productores de significado.

El trabajo de Guedes Gondim & Estramiana (2010) se centró en investigaciones que concluyen que las emociones y los procesos socio-cognitivos se encuentran en un proceso de mutua influencia y además, codeterminados con la cultura. Un ejemplo de Parkinson, Fisher y Manstead, (2005) que citan es el siguiente: “mientras el inglés dispone de 2000 palabras para referirse a estados emocionales, el chino sólo posee alrededor de 750”.

Emoción y cognición están unidas en un complejo proceso de interrelación. Los primeros estudios cognitivos, al basarse en la metáfora del ordenador, dejaron de lado a las emociones. Luego, al tomarse en cuenta la importancia funcional de la amígdala cerebral (los primeros estudios los realizaron Kluver y Bucy en 1937 y posteriormente Weiskrantz los retoma en la década del ’50) volvieron a ser parte de los análisis, literatura y estudios cognitivos. Hoy se reconoce que las emociones alteran procesos cognitivos de la memoria, desde la percepción, codificación, consolidación y recuperación. Entonces, hay una interdependencia entre la biología, los procesos mentales y la cultura en la sensación y manifestación de las respuestas emocionales.

Discusiones y conclusiones

Las líneas de investigación sobre psicología y emociones vienen tomando dos caminos, a veces, antagónicos: la perspectiva innatista y la perspectiva psicosocial. En la primera, priman las posturas universalistas, en las cuales los individuos están programados biológicamente para manifestar las emociones a través de microgestos universales y reacciones fisiológicas. En esta línea, los avances de las neurociencias cognitivas (tema en el cual no se profundizó en este ensayo) se asientan en un materialismo reduccionista que excluye del análisis el contexto social en que los individuos son insertos, pretendiendo descalificar y suplantar las concepciones de la psicología popular.

En la segunda perspectiva, se abren líneas de análisis con trabajos de campo que buscan incluir en la experiencia emocional las distintas dimensiones en las cuales el sujeto se encuentra inserto, considerándolo sujeto activo y partícipe, tanto en la percepción de los eventos que le disparan estados emocionales, así como también como co-creador de la cultura en la cual se encuentran insertos.

Así es como muchos autores se plantean la necesidad de realizar estudios multidisciplinarios, abarcando la psicología cognitiva, la sociología, en análisis cultural, la biología, la antropología, entre otras materias.

Referencias

Bruner, J. (1990). Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva. (Harvard University Press, Ed.). Cambridge, Massachusetts, London.

Ekman, P., & Oster, H. (1981). Expresiones faciales de la emoción. Estudios de Psicología, 2(7), 115–144.

Guedes Gondim, S. M., & Estramiana, J. L. Á. (2010). Naturaleza y cultura en el estudio de las emociones. Res, 13(2010), 31–47.

Manoiloff, L., Ferrero, C., & Ramirez, A. (2016). El por qué de la evolución de la psicología cognitiva, en particular, y de las ciencias cognitivas, en general. In Psicología. Historia, orígenes, teorías y corrientes, Brujas, (pg. 123–163). Córdoba, Argentina.

Rodríguez Salazar, T. (2008). El valor de las emociones para el análisis cultural. Papers: Revista de Sociología, 87(87), 145–159.

Zubieta, E., Fernández, I., Vergara, A. I., Dolores, M., & Candia, L. (1995). Cultura y emoción en américa 1. Vicerrectorado de Investigación de la Universidad del País Vasco, 109.231 – HA 118/96 y 109.231 – HA 208/97.