Los nuevos desafíos de la actividad formativa

En los últimos años el contexto educacional está evolucionando. Hay nuevas tecnologías que se ponen al servicio de la educación. Hay nuevas demandas por parte de “alumnos” cada vez más exigentes. Hay mayor acceso a la información. Hay muchísima oferta de enseñanzas de todo tipo, muchas de las cuales ostentan mejorar nuestra calidad de vida. Todo esto implica una preparación diferente por parte de los docentes, más centrada en la escucha y en la observación que en la disertación de saberes.

Además, salimos de la tradición unidireccional, donde el docente es el sujeto del conocimiento y el alumno está apagado, siendo el rol del maestro iluminar. El rol del docente ya no es tanto de instructor o profesor como sujeto de saber. Hoy podemos tomar conciencia de la poderosa dialéctica maestro-aprendiz, gracias a la cual todo el tiempo pasamos por los dos roles. El docente es un maestro que a la vez está aprendiendo de los alumnos como maestros. Esta es una concepción bidireccional, por la cual somos maestro y aprendiz de ambos lados.

La principal función del docente-facilitador es crear un contexto que favorezca el aprendizaje de manera vivencial. Ya no le decimos a los demás lo que tienen que hacer ni les damos recetas magistrales de cómo tener una mejor vida. Actuamos como guías turísticos, favoreciendo “darse cuentas” y que los participantes encuentren sus propios caminos, sus propias maneras, a su propio ritmo.

Por otro lado, en la formación tradicional primero se presentan los conceptos y luego se propone la experiencia. Esto condiciona y limita el aprendizaje, dado que la experiencia ya tendrá un punto de referencia dado por el contenido teórico. Hoy la educación no se debe centrar en el contenido teórico, ya que éste está accesible para todos, de manera fácil y abundante. En las nuevas actividades de formación, primero vivimos la experiencia y a partir de allí todos juntos deducimos los conceptos. Esto genera un espacio de libre creación, de toma de consciencia, de participación activa en la construcción del saber.

Todas estas transformaciones acompañan el cambio de paradigma con el que estamos evolucionando (o regresando) hacia la unidad. Venimos de un paradigma mecanicista, en el cual el sistema de aprender a aprender se basa en fragmentar los componentes de nuestro objeto de estudio viéndolo como un conjunto de partes que pueden funcionar por separado. Así es con el mundo, la geografía, la biología, el cuerpo humano, la mente, la comunicación… y cualquier otra disciplina que podamos aprender.

Hace unos años estamos ya tomando consciencia de la unidad, manteniendo una visión más holística, orgánica y ecológica de la realidad. Cada parte está influenciada por todas las demás y al momento de enseñar (y aprender) es necesario tomar consciencia de esto. Podemos aislar un pedacito de la realidad a modo pedagógico, para observarla, pero su entendimiento más profundo devendrá en observar su relación con el todo del cual forma parte. Todos los fenómenos del mundo acontecen en simultáneo, sincrónicamente y de manera interdependiente.

El desarrollo personal requiere que seamos modelos y facilitadores, que generemos un entorno de exploración y de búsqueda que facilite el encuentro de las respuestas que cada uno ya trae consigo.

Lic. María Flores Arata